La organización desde abajo
Cuando el agua comenzó a bajar, las miradas llenas de lágrimas y de resignación fueron la imagen repetida en las cuadras de los barrios periféricos de la ciudad. Ropa, colchones y frazadas se podían ver afuera de cada casa, colgadas de los alambres que demarcan sus terrenos.
Fue gracias a la solidaridad de les vecines de los barrios más humildes que se salvaron vidas y se pudieron rescatar las pocas cosas que les pertenecían. Según relataron vecinas de Altos de San Lorenzo, a medida que veían crecer el nivel del agua, algunas personas salieron a la zona de 19 y 89, justo donde atraviesa un brazo del arroyo, sabiendo que ese lugar era peligrosísimo para cualquiera que caminara por allí. Un hombre quedó atrapado, agarrado del alambrado, y tuvieron que lanzarle una soga para traerlo a tierra firme.
También se repitieron estas situaciones en aquellas casillas asentadas al costado de los arroyos El Gato, Pérez, Maldonado, entre otros, que en su mayoría desaparecieron por completo.
Rápidamente se abrieron clubes, centros culturales y escuelas como centros de refugio para que quienes habían perdido todo pudiesen pasar los días bajo techo.